miércoles, 16 de septiembre de 2009

SUEÑO CREPUSCULAR Y VIDA ILUSORIA

Visto de esta manera, de pronto la realidad asusta, resulta incierta, imprecisa, insegura. Siendo así, ¿acaso estaríamos más seguros muertos? ¿Seguros y protegidos de nuestros erráticos encuentros con lo real? Pero si estamos muertos, hasta donde sé, no sería posible dar cuenta de lo que allí acontece, en esa medida, la muerte es sólo una opción completamente estéril, en tanto apartada de la vida. O por el contrario, ¿quizás la muerte sea la única circunstancia que une a la cadena de significantes y al objeto que la satisface? Un único encuentro con lo real y todo lo demás, espejismos. Un punto ciego en los extremos de una fantasía. Justo entre el principio del placer y el principio de realidad. Ese titubeo suspende lo real, dejándolo al servicio de la pulsión de muerte, lo contiene en sí, capturado y ausente para nosotros. Si lo traumático es lo real, y el trauma es la muerte, entonces ¿nunca se conocerá su representación? ¿O no será posible objetivamente dar cuenta de ella porque no se la encuentra en este mundo? Parece que estamos condenados a un encuentro siempre fallido, por una barrera infranqueable que nos aparta una y otra vez de su representación. Sin embargo, esta imposibilidad no implica que el objeto real no exista, contrariamente, es justo esa condición de imposibilidad la que denota su existencia, en tanto imposible.
Tal vez, si en lugar de intentar rememorar obstinadamente esa búsqueda, donde la vida es concebida sólo como un mero camino trunco, en relación al encuentro con lo real, y cuyo límite es la muerte, se pusiera el énfasis en el cuestionamiento de dicha búsqueda: allí donde nace el surgimiento del deseo, allí donde se esperaba encontrar a un ser asexuado, sin necesidad del Otro, desprovisto de carencia; se tropieza con uno, que es demanda creciente para asegurar su existencia, que busca definirse y encontrarse a través del otro, que nos dota de integridad corporal, que nos salva de nuestra inermidad ante la fragmentación, y que también nos condena a esa repetición en la que nos inscribe, el día que nos limita en su entrega, y en cuya búsqueda, aunque ignorantes, inexorablemente nos autoinducimos, que no nos deja despertar y que indudablemente es, casi siempre puesta en juego, luego, en la transferencia con el analista.
Llama la atención lo difícil que es todo a veces, es como si la vida misma, existiera y trascendiera a nosotros mismos que la poseemos. Es como si jugara, como si nos tumbara, sólo para levantarnos de nuevo. Si algo aprendí en este último tiempo, es que cuando algo se te deniega y sabotea repetidamente, es que algo grande está por suceder, es el quiebre lo que permite el cambio y precisa un darse cuenta.
A partir del cual, emanan las palabras, que aladas vuelan y remecen al salir de los labios, como en un encuentro con lo fallido, como en un encuentro mágico con lo simbólico, ahora dotado de sentido, que se traduce en un darse cuenta, como si las palabras que brotan de los labios y que en tanto aladas, rozaran sutilmente lo real y nos cambiaran subjetivamente, para un encuentro más pleno con el Otro. Quizas sólo entonces podamos despertar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario