sábado, 12 de septiembre de 2009

PRISIONEROS DE LA RED

Que difícil se me figura de pronto escapar de nuestro estado habitual, regido tan sólo por el pretérito fantasma inmerso en la brecha del principio del placer, que se reinstala y empuja al sujeto al límite, en busca de un goce, que le roba subjetividad y lo enmaraña indefectiblemente respecto de su presente, y lejos de asegurarle un lugar en el tan anhelado goce, lo enajena del mismo, preso de un afán imaginario que jamás podrá alcanzar. No es novedad que actualmente tendemos a devenir atrapados por el ciberespacio; una realidad finisecular, que nos deja más expuestos en una dimensión alienada por el individualismo exacerbado, y que tiende a expandirse tanto más ventanas virtuales se despliegan, haciéndonos sucumbir ante el consumismo e instrumentalización, que a modo de la pareja Hegeliana, parece con frecuencia condenarnos a ejercer tiranía o a padecer por el infortunio de ésta. Si ya en lo cotidiano es difícil ser consciente de nosotros mismos, y procurar un estado presintificado, ahora lejos de articularse ha mutado a un relativo y engañoso “conectado”, proliferando así diversos espacios virtuales de interacción, que si bien es cierto, constituyen un campo de basta información orientado a la enseñanza y aprendizaje, también dan lugar a la creación revolucionaria y creciente de múltiples dispositivos de comunicación síncrona, que se han vuelto insustituibles para el sujeto, pues además de posibilitar la comunicación activa y directa por la red, lo remiten a un círculo de dependencia complejísima, al subvertir en dicho espacio, prácticamente todas sus necesidades existenciales, desde opciones laborales, informacionales, operaciones comerciales, modos de interacción social y afectivas, basadas mayoritariamente en el lenguaje escrito y que ante la imposibilidad de muchos para transmitir emociones, simplica tales esfuerzos, a través de los llamados “emoticones”. Es un espacio virtualmente sin identidad pues todos los complejos y conflictos individuales y colectivos, quedan suprimidos y encubiertos por una realidad figurada, hasta construida, donde muchos muestran el opuesto dialéctico de la realidad, posibilitando así la existencia del delito, el fraude, y la mentira.Sin mencionar los amores virtuales que nos inventamos casi por desesperación y soledad, para llenar el vacío inaugural que traemos inscrito desde siempre.Y que en vano tratamos de compensar. A veces creo que seguir cuestionando esto es abrirse a una eterna reelaboración para algo que no tiene respuesta. Y si la tiene sólo puede tener lugar en el momento en que dejamos de pensar y nos detenemos a capturar la realidad, aquí y ahora, retrotrayéndonos hacia nosotros mismos, sintiendo como se nos eriza la piel. Al darnos cuenta de como bombea nuestro corazón, de que el mundo existe a partir de nosotros y nuestro ser consciente y presente testimonia de manera inarguible su existencia, que desde el momento en que apartamos nuestras manos del teclado, lo virtual está compelido inexorablemente a desaparecer, como esa experiencia innombrable, en tanto imposible de nominar y que inútilmente tratamos de descifrar apropiándonos de ese espacio virtual irreal, que jamás se traducirá en completud. Porque no está en el aquí y ahora, sino en un allá distorsionado, remotamente después.

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